Inés Urquijo + Nuria Mora | Espejismo: reflejos del paraíso
El jardín hispanoárabe, tal vez la gran aportación española a la historia de la jardinería, sueña con crear un oasis casero en las secas tierras andaluzas. Inspiradas en esta herencia y sensibilizadas por los destrozos que la borrasca Filomena provocó en España el pasado mes de enero, dos artistas –una, Urquijo, experta en trabajar la Naturaleza; otra, Mora, sabia en materiales artificiales y colores vivos– unen su mirada para ofrecernos su espejismo personal.
El resultado es un árbol totémico que nos remonta a esa inmensa planta primigenia presente en casi todos los libros sagrados, árbol de la vida y el conocimiento bajo cuya sombra las civilizaciones llevamos siglos buscando la verdad, o al menos el sosiego. Recubierto de restos de Filomena y de podas realizadas en la propia Córdoba, este sobrecogedor símbolo de la fuerza de la Naturaleza se ve multiplicado y engrandecido por las esculturas de Nuria Mora que, por esta vez, busca el color en el reflejo de flores y frutos, conectando con la característica “multiplicante” de la estética árabe y con la idea del espejo de agua propia de la arquitectura hispanomusulmana. Los juegos se entrelazan en este espejismo nacido de la conversación entre dos artistas dispuestas a dialogar. ¿Quimera o alucinación? Ambas opciones del diccionario para espejismo funcionan en esta instalación floral.
Sobre la instalación:
“Filomena fue un soplido violento. Los árboles partidos dejaron atrás corazones dolientes, como el Nuria y el de Inés. Ellas, que juntan alma y sustancia para permitir que la naturaleza hable y florezca entre sus dedos, se quedaron rotas como las arboledas rotas de la ciudad. Por eso, instintivamente, casi sin mirarse, supieron qué debían hacer: ambas recogieron ramas quebradas, cortezas arrancadas, arbustos desmembrados y las llevaron a un claro en el bosque. Allí comenzaron a transformar la desolación en belleza. Sobre una estructura silenciosa, las ramas caídas y las pieles vegetales despegadas comenzaron a convertirse en otra cosa, como en un ritual privado en el que dos seres conmovidos crean algo nuevo de entre la desolación. Lo de Nuria e Inés fue un árbol nuevo. Un árbol lleno de vida con el que invocar la fuerza del árbol primigenio, aquel del que todos venimos.
Nuria e Inés, Inés y Nuria. Dos que son muchas. Una energía única capaz de transformar la Filomena terrible en un simbólico tótem de leños. Un tótem sagrado que, como en las mejores leyendas, la muerte cobra vida y su tótem florecerá como un árbol de otoño: Una ofrenda de frutos y pétalos recogidas por la ciudad de Córdoba engalanará para siempre los leños del sacrificio. El rito se completa.
Y será en uno de esos patios cordobeses de agua palpitante y cal donde enraíce este nuevo árbol nacido de un temblor de mundo. Como en el jardín del paraíso, su sombra y su frescor serán eternos. Una instalación de espejos multiplicará las capas vegetales hasta hacer infinito el patio, en una ilusión de imágenes sucesivas de naturaleza reencarnada en naturaleza. Un jardín de vegetación y murmullo donde recordar la herencia hispanoárabe. Un lugar para recordar quiénes somos.
De nuevo, la intuición enorme de Nuria e Inés nos guía hasta lo hermoso, reverbera en el espacio e insufla vida en todas las direcciones. ¿Quién dijo que la primavera no podía ser eterna?”
Carlos Risco, periodista