Shane Connolly
No es posible entender la floristería británica actual sin pasar por su nombre: Shane Connolly. Nacido en Irlanda del Norte, sintió desde muy temprano pasión por la horticultura, pero fue el encuentro con el gran Michael Goulding lo que enfocó su vida hacia el arte floral. En 1989 creó su propio estudio: Shane Connolly & Company.
Apasionado defensor de las flores de temporada cultivadas en Gran Bretaña, sus trabajos destacan siempre por su enfoque orgánico: escoge las flores por sus cualidades intrínsecas, y los diseños logran potenciar aún más esas cualidades. Su estilo suele definirse con dos características aparentemente contradictorias: extravagante y sin pretensiones. Tal vez sea la elegancia que recorre todas sus obras lo que unifique tan peculiar mirada, que le ha llevado a trabajar por toda Europa y por lugares tan lejanos como Estados Unidos, Sudáfrica e India.
Ya en Reino Unido, ha decorado algunos de los lugares más prestigiosos del país, como el Victoria & Albert Museum y la Royal Academy of Arts, ambos en Londres. Las mejores empresas y los clientes más ilustres componen su variopinta cartera de clientes, en la que destaca por encima de todos uno: la familia real británica. Suyos eran el ramo y las flores de la boda de Carlos, príncipe de Gales, con Camila, duquesa de Cornualles, en 2005, y suya fue la dirección artística de la boda de los duques de Cambridge, Guillermo y Catalina, en 2015, posiblemente una de las instalaciones botánicas más vistas y memorables de los últimos años. Difícil olvidar aquel “bosque” de arces y carpes dentro de la abadía de Westminster, que fueron replantados tras la ceremonia, y aquellas flores cogidas de las propias fincas reales. Y es que ahí reside otra de las claves de Connolly: mucho antes de que la sostenibilidad llenase artículos de opinión, Shane ya abanderaba ese movimiento en la floristería. En la actualidad, por suerte, comienza a ser una preocupación común en nuestro arte.