Emma Weaver
Weaver se define a sí misma como una escultora que trabaja en esa particular intersección entre la horticultura, el diseño de espacios y el arte floral. Educada en la Central Saint Martins de Londres, una de las escuelas de artes más conocidas del mundo, en su mochila de conocimientos lleva también la escenografía y la moda. Todo ese pasado acabó llevándola hasta un elemento clave en todos sus trabajos, las flores, a las que se acerca de una manera muy personal.
En su obra nos hace plantearnos qué significa realmente el buen gusto. ¿Por qué ciertas flores y combinaciones de colores se consideran inaceptables, pasadas de moda o, simplemente, de mal gusto? Inconformista, poco ortodoxa y fanática del “más es más”, en sus instalaciones florales todo choca –los colores, las texturas, la escala–, pero siempre con una intención.
“Muchas de las cosas que se hacen en floristería y horticultura me parecen grotescas”, dice la inglesa, “una práctica basada en el control y la manipulación. Antropomorfizamos la naturaleza, imponiendo nuestro propio gusto. La exploración de esto es parte central de mi trabajo”. Suspense, equilibrio, tensión y humor bien podrían ser las palabras que definen sus creaciones, que podríamos ubicar en un terreno resbaladizo entre el barroco y el punk.